HISTORIA DE LOS BOMBEROS EN EL MUNDO
PRIMERA ENTREGA
PRIMEROS BOMBEROS EN EL MUNDO
La historia de
los Cuerpo de Bomberos tiene su comienzo en lo profundo de la historia de la
humanidad, ya que podemos estar seguros el descuido nació en el hombre antes de
la idea de frotar pedernales para hacer fuego con que cocinar sus alimentos y
calentarse los fríos días invernales.
El fuego, que
una vez producido, y debidamente controlado, era el amigo más fiel del hombre,
se volvía en peligroso enemigo que destruía sus hogares, sus utensilios de
labranza y sus siembras, cuando el descuido permitía que se extendiese fuera
del control humano.
Es lógico pensar
que el hombre conoció el fuego a través de la naturaleza y sus fenómenos, tales
como el rayo, la combustión espontánea o el volcán en erupción.
En la misma forma
que la naturaleza le enseñó al hombre qué era fuego, y los daños que podía
ocasionar, le enseñó también como extinguirlo. Así el hombre de la prehistoria
vio como el agua que caía en forma de lluvia apagaba el fuego ocasionado por el
rayo o un volcán.
Y así, a lo
largo de los siglos y a lo ancho del mundo, el agua siempre ha sido el
principal medio de extinguir incendios, siendo en extremo interesante ver como
el agua ha mantenido su supremacía en cuanto a agentes para la extinción de
incendios, a pesar de los innumerables esfuerzos hechos por el hombre para
buscarle sustituto.
El desarrollo y
el perfeccionamiento de los pisteros de rocío han demostrado la importancia y
efectividad en fuegos en aceites, en aparatos y motores eléctricos, y en otras
ocasiones en que se consideró peligroso el uso del agua. Así ganó el agua otra
lucha por su liderato.
Prácticamente el
progreso habido en la ciencia de apagar fuegos, desde los más remotos días de
la historia antigua hasta nuestros días, se ha basado en el desarrollo e
inventos de maneras para obtener mayores cantidades de agua y lanzar las mismas
en la forma más efectiva para extinguir el incendio.
A medida que la
civilización se desenvolvía, los edificios ganaron altura. Los pueblos crecían
en las seis direcciones, y los primitivos cubos de cuero resultaron
inefectivos. Y es ahí donde comienza la interesante historia de la transición
desde el humilde cubo hasta la moderna bomba de alta presión.
La historia de
los Cuerpos de Bomberos debidamente organizados se remonta a los tiempo en que
las antiguas ciudades de Grecia y Roma estaban en el apogeo de su esplendor,
varios siglos antes de la era Cristiana. Lentamente estas organizaciones fueron
desarrollándose, mejorándose en cuanto a organización, técnica y equipo se refiere,
alcanzando un alto grado de eficiencia durante el primer siglo después de
Cristo en la ciudad de Roma.
Para ésta época
la metrópoli Romana tenía un Cuerpo de Bomberos que contaba con cerca de siete
mil miembros, que luchaban contra las llamas, usando métodos científicos y
relativamente muy eficientes.
Muy poco se sabe
del Cuerpo de Bomberos durante el período de tiempo comprendido por los siglos
tercero al décimo de la edad media. Como casi todas las ciencias y las artes,
la ciencia de combatir incendios cayó en la obscuridad del olvido, poco después
del colapso del Imperio romano, para resurgir de nuevo entre el esplendor del
renacimiento, a mediados del siglo XIV.
Las modernas
máquinas que hoy vemos avanzar con rapidez asombrosa por las avenidas de las
modernas ciudades, y que son usadas por las más progresistas y eficientes
organizaciones, son en realidad las ediciones ampliadas y mejoradas de las
máquinas llamadas siphona, inventadas cuatro siglos antes de Cristo, por
Ctesibius, ingenioso griego, nacido en Alejandría, y por otro no menos
ingenioso griego, Herón, quien en el año 200 antes de Cristo inventó un aparato
para la extinción de incendios, cuyas características esenciales fueron usadas
hasta 2,000 años más tarde. Con anterioridad a Ctesibius y Herón, no se conoce
ningún aparato de combatir incendios que no sea el cubo de cuero.
En el año 440
A.C., y aunque por corto tiempo, se usó un aparato hecho de los intestinos y el
estómago de los bueyes. Los intestinos eran usados en forma de mangueras
mientras el estómago, o un saco de lona, serbia de tanque o recipiente. Al
operarse tan rústico sistema, se llenaba de agua el saco y se llevaba al lugar
del siniestro; los intestinos se estiraban hasta alcanzar el edificio en
llamas, y varios hombres hacían presión sobre el saco, obligando el agua a
pasar a través de las “mangueras” hasta el fuego. Este método no parece haber
dado buenos resultado, ya que en toda la historia no se vuelve a mencionar.
Más tarde
apareció la "Jeringa", que consistía de un cilindro y un pistón para
imprimir presión. En un extremo del cilindro se ajustaba un “reducido”. Se
llenaba el cilindro de agua y haciendo presión con el pistón se obligaba al
agua a salir por el pistero con relativa fuerza. Este tipo de "extinguidor"
se usó en Roma, allá para el año 300 A.C., y estaba en uso en Inglaterra para
fines del siglo XII.
Con una
antigüedad de 1.650 años, arqueólogos alemanes, bajo la dirección de Bernd
Paeffgen, descubrieron en 2004, en el Valle del Rin, lo que fue descrito como una
bomba de agua. El equipo contaba además con un tubo delgado de 1,10 metros que
iba unido a la bomba. Inicialmente confundida con una lanza, las posteriores
pruebas revelaron que se trataba de un conducto o manguera.
Las bombas
inventadas por Herón en Roma y por Ctesibius en Grecia, tenían bastante en
común y son éstas las que dieron la base para el desarrollo de nuestra moderna
y eficiente bomba. La bomba inventada por Herón consistía de dos pistones de
bronce conectados a una sola salida. Los cilindros estaban ajustados a una base
de madera, la que se sumergía en el agua. El artefacto inventado por Ctesibius
consistía en una bomba de doble acción, operada manualmente, la que desde el
propio aparato lanzaba un chorro hasta en incendio. Estas bombas se generalizaron
en Grecia y en varias ciudades del Imperio Romano en los comienzos de la Era
Cristiana.
Al principio,
estos aparatos de extinguir incendios eran manipulados por
"voluntarios" que generosamente cooperaban en los momentos trágicos
de un incendio. Cuando se le propuso a Trajano, gobernador de una de las
provincias romanas, que un Cuerpo de Bomberos voluntarios fuera organizado,
éste se opuso tenazmente. Insistía que un grupo de hombres trabajando
voluntariamente, traería grandes contratiempos, ya que, sin importar cómo se
les llamase, o cómo estuvieran organizados, no faltarían divisiones entre ellos
mismos y la formación de grupos o fracciones. En vez de un grupo de Bomberos
Voluntarios, Trajano sugirió que el gobierno proveyese "maquinas de extinguir
incendios", y que los dueños de las casas ardiendo, "y todo aquel
cuya casa estuviese en peligro, fuesen obligados a operar dichas
máquinas".
Son innumerables
los fuegos ocurridos en Roma, en los tiempos de Plinio. Marco Licinio Creso (ó
Craso), llamado "El Rico", obtuvo su inmensa e incalculable fortuna,
del fuego y de la guerra. Creso se ideó el negocio de comprar los edificios
cuando estaban ardiendo y aquellos adyacentes, que estuviesen en peligro. Por
lo regular los compraba a precios bajos, aprovechándose de la ocasión de la
ocasión en que los dueños los vendían a cualquier precio ante el temor de
perderlo todo.
Aparentemente
Creso tenía su organización privada de bomberos que se ocupaba de apagar el
fuego y evitar que se extendiera. Más tarde los edificios eran reparados y
vendidos, y el producto de estos negocios fue de tal magnitud que Creso fue
conocido en todo el mundo como el hombre más rico de todas las épocas.
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